Article 6: Time for Peace and to End Violence
La Pascua: Tiempo de Paz
En el primer domingo de pascua el evangelio enfatizo que el Cristo resucitado se definía por la paz que
él les daba a sus discípulos. Tan grande es el énfasis de la paz que el evangelio lo repite por lo mínimo
tres veces. Ya Jesús no da largo discursos, ya no da nuevas enseñanzas, pero se limita a decirles a sus
discípulos frases breves donde se emanaba la paz. Esas son las frases que Cristo ahora dirige también a
su iglesia en medio de la turbulencia del mundo actual, “la paz este con ustedes” (Jn. 20:19).
La paz en el mundo es necesaria para vivir como lo que realmente somos, hijos de Dios y hermanos en
Jesucristo. ¡Qué difícil entender cuando una nación se levanta contra otra, por intereses económicos!
¡Qué difícil entender los crímenes cometidos hacia la humanidad, para mantenerse en el poder! ¡Qué
triste es ver que los seres humanos ponen barreras (hablando literalmente) para separarse del uno y del
otro! Dios no creo un mundo con fronteras, no creo un mundo con distinciones, no creo un mundo
dividido. La paz que el mundo ofrece, puede ser ilusoria. Es una apariencia de paz exterior, pero no se
trata solamente de tolerar, de contenerse, de no declarar la guerra abiertamente, sino de realmente
tener una buena disposición y el deseo de mejorar las relaciones internacionales. Se puede definir la
paz de mil maneras basadas en las escrituras, pero no se puede quedar conforme en pensar que la paz
es la ausencia solamente de la guerra. La paz es corregir las injusticas que hay con un amor sincero
basado en Cristo. El ahora San Juan Pablo II nos dio ese mensaje “quieres paz trabaja por justicia” y
viceversa. La biblia respalda su mensaje diciendo en Isaías 32:17 “la justicia producirá paz, tranquilidad
y confianza para siempre.”
Es importante tener paz en el mundo para poder vivir como hermanos, pero no hay que irse muy lejos.
La falta de paz en el mundo empieza con la violencia en la familia. Como se dice en inglés, es el gran
elefante en el cuarto, algo de que no se habla, que no se dice abiertamente. Hay familias que vienen a
la iglesia y aparentan que todo está bien en el hogar para mantener su estatus social, sin embargo su
situación familiar es difícil por la violencia interfamiliar que pasa a puerta cerrada. En el evangelio de la
primera semana de pascua (el cual se ha hecho referencia), Jesús encuentra a sus discípulos encerrados
por medio a los Judíos. Así hay familias en el mundo, que están encerradas en este ciclo de violencia, y
no dicen nada al respecto por miedo. Es sumamente difícil para una persona hablar de violencia
doméstica en un ámbito profesional o pastoral, nadie quiere ventilar lo que está pasando en casa aun
cuando hay personas que pueden ayudar a salir de esa situación. Se ha enseñado que los “trapos sucios
se lavan en casa.” Jesús nos enseña que hay otra alternativa, que es la paz. No se tiene que aceptar
vivir con golpes, con maltratos psicológicos y físicos. Se tiene que cambiar el entorno, y dejar que Jesús
traspase las puertas cerradas del miedo que se han puesto en los corazones. Al final de cuentas, el
encubriendo no ayuda para nada a salir de esta dinámica que daña la paz de la familia, y por
consecuencia la paz del mundo.
Para poder tener paz en la familia, se necesita tener primero una paz interior personal. Bien dice el
dicho “nadie puede dar lo que no tiene.” La paz es interna, no es algo que se consigue afuera. La paz
fluye desde lo más interior del ser humano, y es un regalo de Dios a la humanidad por la acción del
Espíritu Santo. La paz es un fruto de la presencia de Dios en la vida de oración. Hay muchas gente que
le quieren echar la culpa de sus emociones a los demás, “por tu culpa, me siento así” se suele decir. La
verdad es que nadie puede perturbar la paz interior si la persona no lo permite. Pueden estar pasando
muchas cosas malas alrededor, pero la persona que tiene paz interior basada en su vida de oración,
puede vencer las pruebas más difíciles. Dice la oración de Santa Teresa de Ávila “Nada te turbe, nada
te espante, todo se pasa, Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza; quien a Dios tiene nada le
falta.” Se podría enmendar diciendo “quien la paz de Dios tiene, nada le falta.” La paz entonces también
es un regalo interno dado por el Espíritu Santo en la oración, para estar centrados en Cristo en medio de
las tempestades, y que el mundo no puede robar.
En este tiempo de Pascua donde Cristo renueva los corazones de la humanidad se debe dejar que el
Espíritu Santo empiece a crear frutos de paz en la vida personal para que junto con la familia, se pueda
fomentar la paz de Cristo en el mundo, que desesperadamente la necesita. Como dice el canto en
inglés, “que haya paz en el mundo, y que empiece conmigo.”
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